domingo, 18 de febrero de 2007

creación

Este post tiene este punto de partida.

El darwinismo es una doctrina biológica que vive un momento dulce. Decirse darwinista es algo que viste bien, como lo hace, en general, el ropaje científico y racional.

Llamamos, creo, darwinismo a ese constructo que postula que las especies biológicas se han constituido por evolución, en un proceso de adaptación al medio en el que juega un papel determinante la lucha por la supervivencia. Las especies, y sus individuos, compiten por conseguir el alimento disponible en una zona y una época dadas. Hay coyunturas históricas que desembocan en una rápida transformación de las condiciones ambientales, pudiendo provocar la desaparición de una especie si ésta no es capaz de adaptarse a las nuevas circunstancias para conseguir alimento. El caso más renombrado es la desaparición de los llamados dinosaurios.

Llamamos, creo, evolucionismo al desarrollo teórico de ese constructo a la luz de los hallazgos realizados durante y después de la vida de Darwin. En ese constructo juega un papel central el concepto de lucha por la supervivencia en el marco de las cadenas alimentarias. En el despliegue del concepto de evolución son imprescindibles el de adaptación y el de mutación, este último en íntima conexión con el de éxito (sólo se perpetúan las mutaciones que comportan una mejor adaptación de la especie a los cambios del medio).

El momento histórico de la formulación del darwinismo es la expansión colonial británica, en un ambiente político y filosófico en el que el liberalismo es ya una corriente asentada y dominante.

El darwinismo es una expresión de ese momento histórico y es a su vez un sustrato para la formación de una teoría social en la que la competición y el éxito de los más aptos son el motor del inevitable desarrollo social; es el llamado darwinismo social, que alcanzó su apogeo durante la primera mitad del siglo XX y sigue latiendo en el inconsciente colectivo.

El darwinismo social es hoy día especialmente virulento en los llamados neoliberales. En España se ha extendido últimamente la denominación "liberal" para una corriente política que, chistosamente, en su mayoría, es partidaria de una visión filosófica surgida como reacción contra el evolucionismo: el llamado creacionismo.

El creacionismo es un movimiento de reacción contra la teoría de la evolución de las especies, surgido a consecuencia del fortalecimiento ideológico que la visión ateísta del mundo ha experimentado tras la introducción de la teoría de la evolución de las especies.

En general, creo, se considera que creacionismo y evolucionismo son teorías excluyentes entre sí. Lo cual es el reflejo de la radicalidad de las posturas encontradas ante la pregunta "¿Existe Dios?"; radicalidad que hace que los llamados ateos sean incapaces de diferenciar entre un creyente y un agnóstico y que los llamados creyentes sean incapaces de diferenciar entre un agnóstico y un ateo. La duda, o la compatibilidad, no tienen lugar.

El darwinismo es una teoría que pretende explicar la vida y su evolución desde su lado oscuro; su traslado al ámbito social tienen como resultado la competición en todos los ámbitos, la inseguridad en la acción y el temor al futuro. Es una teoría que ignora la fuerza creadora del amor (al menos tan importante como el temor), que es la fuerza que late en los fenómenos de asociación mitocondrial, la formación de seres pluricelulares, la simbiosis, o cualquier forma de sociedad.

Probablemente, seguiremos inmersos en esta absurda polaridad mientras no consigamos difundir la idea de que para prescindir de la religión no es necesario ser ateo o que el ateísmo no es necesariamente la única alternativa a la religión.

En cuestiones así, siempre ayuda revestirse del argumento de autoridad. Es una forma estúpida de argumentación, pero yo no soy suficientemente listo para eludirla. Parece ser que, preguntado por un rabino neoyorquino "¿cree usted en Dios?", Albert Einstein contestó: "Yo no soy ateo, el problema es demasiado difícil para nuestro limitado entendimiento".







6 comentarios:

Maripuchi dijo...

El comentario de Eistein sobre el ateísmo me hace pensar en mi propia prepotencia al afirmar taxativamente que Dios no existe.
¿Qué sabré yo?

Saludos

pensando con el corazon dijo...

"Probablemente, seguiremos inmersos en esta absurda polaridad mientras no consigamos difundir la idea de que para prescindir de la religión no es necesario ser ateo y que el ateísmo no es necesariamente la alternativa a la religión."

Eso mismo, eso mismo...

Un abrazo me gustó tu post

Antonio dijo...

La confusión entre el darwinismo como teoría que explica muchas cosas que observamos en la naturaleza y la evolución por selección natural como ética suele ser común. EL hecho de que alguien crea en la selección natural como realidad no implica que esté de acuerdo con llevarla como estrategia social hasta sus últimas consecuencias.

Un Abrazo

zalakain dijo...

Antonio: el hecho de que la última frase de tu comentario sea cierta, cosa que creo, no quiere decir que no haya gente que traslada sus creencias sobre la selección natural al ámbito social.

Lo del darwinismo social no es una elucubración gratuita, es una corriente filosófica documentada y fácilmente referible. Que los evolucionistas no se identifiquen con ella -o que la rechacen- no significa ni que no exista ni que no tenga relación con el darwinismo.

La relación es tan evidente que negarlo sería grotesco: el darwinismo social está explícitamente originado en la teoría de la evolución de las especies.

Llevada hasta sus últimas consecuencias ya lo fue durante el nacionalsocialismo.

Camilo dijo...

Sì; yo también he tenido que sufrir el argumento de "la selección natural". Suscribo lo de la fuerza del "amor" como fuerza positiva; uno más uno muchas veces son tres, ¿no?. Y sí, también suscribo la duda como parte del motor del avance de la humanidad (y por supuesto también la certidumbre). Creo que la una sin la otra no llegarían lejos; la duda permite medir antes el salto y la certidumbre permite realizar el salto.

adelle dijo...

"La religión, el opio de los pueblos"
Yo creo en Dios, más no profeso religión alguna en este momento.
Puedo "dar fe" que para prescindir de la religión no es necesario ser ateo. ¡A Dios gracias!