viernes, 26 de diciembre de 2008

Creo que he perdido mi carnet de identidad

La palabra "clase" asociada a la identificación de grupos sociales goza últimamente de poco prestigio, sin duda a causa del agrio reflejo que la asocia al marxismo soviético; el sistema soviético fue, por un lado, un sistema perdedor: mientras que la industria armamentística supuso para el estado soviético una hipoteca impagable, constituyó para los Estados Unidos una fuente de desarrollo económico (y satisfacción social) sin precedentes en la historia. Y los perdedores, ya sabemos, se van al cuarto oscuro... Fue, por otro lado, un sistema opresor, hasta el punto de que los relatos sobre lo sucedido en la Unión Soviética permiten relativizar los horrores del nacionalsocialismo alemán.



A mí, empero, me gusta el palabro "clase" aplicado a grupos humanos, porque denota la actividad racional de agruparlos estadísticamente mediante relaciones de equivalencia. Mirado así, hay tantas clases sociales como granos de arena en la playa (las relaciones de equivalencia pueden tener colores, sabores, olores, ritmos, pulsaciones, empatías y blabla). Ni que decir tiene que mis clases sociales preferidas son las que me lo ponen fácil. Lo más fácil posible es dividir el conjunto en dos clases. Y eso es lo que hacemos cuando decimos "el ciudadano C pertenece al estado S". Los ciudadanos de S lo son en virtud de un documento de identidad expedido por el estado. Quienes, habitando en el estado S, no poseen un documento de identidad expedido por éste son extranjeros en S. Uséase: las dos clases sociales elementales oficializadas mediante el documento (nacional) de identidad son los extranjeros y los nacionales.

martes, 16 de diciembre de 2008

auto rojo


Creo que me está dando un ataque de envidia ...















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auto verde

El color verde confiere un aire cercano a la naturaleza, de protección del entorno (por eso tal vez algunos cazadores se disfrazan de verde y es el color de los vehículos militares). Dos tubos de escape en automóvil verde no tienen un aspecto tan contaminante como en uno rojo, o negro, el número ocho da un aire modesto en las intenciones competitivas y la capota transmite una sensación de goce en la conducción. Placer de automoción.





lunes, 8 de diciembre de 2008

película Z

No me cabe duda: la experiencia que con fascinación acabo de vivir sería calificada por cualquier persona normal como vulgar y cutre. He visto Vicky Cristina Barcelona en un ordenador. Se trata de una versión comprimida en formato divx obtenida mediante lo que, creo, llaman screening: alguien filmó la proyección con una cámara, comprimió el resultado (si no tuvo que digitalizarlo antes) y lo colgó en un proveedorz de Internet.

Lo verdaderamente fascinante de la experiencia es, por un lado, el sonido del local donde la película fue proyectada. Mientras no he comprendido que lo especial del sonido era su procedencia (la grabación de una reproducción del mismo) he escuchado subyugado. En cuanto he comprendido el porqué del encanto de ese sonido (el traslado mental a un local donde proyectan una película, yo tumbado en la cama, viendo la pantalla de mi laptop), entonces (pronto: se escucha en varias ocasiones el ruido de unos roces de tejido sobre el micrófono), me he sentido envuelto, por otro lado, en la clandestina grabación de la película, lo que añade al interés propio de la película otro paralelo del pirateo.

El interés propio de la película no es escaso. Es un interés que en Woody Allen parece recurrente por las cuestiones de pareja (amor, sexo, interés, placer, dolor, vida burguesa, vida artística, vida bohemia) el que se muestra en unas secuencias con aire de reportaje sentimental rodadas en una Barcelona transmitida como el arquetipo andaluz de lo español. Cosas que me han hecho muy leve la inconveniencia del recurrente desenfoque de la cámara sobre la pantalla.

Creo que se me olvidaba añadir otro ingrediente de la fascinación: la sensación de comunión con el pirata en la destrucción de un sistema de propiedades, ese que da lugar a obras tan deliciosas como las de Wooy Allen :-).

martes, 2 de diciembre de 2008

Los osetes, astronautas empedernidos

En la entrada que en Wikipedia refiere de estos animalitos, el autor -o autores- los denomina/n, además de tardígrados (obtenido de la denominación genérica en latín tardigrada), osos de agua. Como me parece una denominación inapropiada (los más grandes miden un milímetro), los he llamado osetes. Los osetes son bichos cuticulados, al modo de los langostinos o los escorpiones, resistentes al frío, al calor, a la humedad, a la sequía, al vacío, a lo que les echen.

Me han llamado la atención esta mañana, mientras hojeaba el Spektrum der Wissenschaft de este mes, donde viene una referencia a estos animalitos bajo el titulo "hartgesottene Raumfahrer". El titulo me ha obligado a buscar el sentido preciso de hartgesotten que, Google mediante, he encontrado equivalente a hard boiled. Sigo sin entender cabalmente el sentido de hartgesotten (no sé si es algo que se pone duro al cocerlo o algo que resiste duro a cualquier cocción), pero, por el contenido del textículo, resulta evidente que la palabra significa resistente, muy resistente.

Son muchas las características que hacen especiales a los osetes; una que me ha llamado la atención es la opcionalidad del sexo: se pueden reproducir con o sin él; ignoro si tienen sexo puramente recreativo.

Ni que decir tiene que, con semejante resistencia, las profecías de Al Gore los traen al pairo. A mí no, la verdad. Más que nada por este otoño tan nevado. En el improbable caso de que hagamos saltar todo esto de un pedo, siempre nos quedarán los Tierbaerchen para intentarlo de nuevo.

Seres tan bien dotados para la supervivencia se las saben todas. Cuando hacen la muda, no dejan la piel por ahí tirada, sin más, no: la llenan con los huevos, haciéndola servir de nido. Fantástico esto de la muda. En esta imagen gif animada colgada en Wikipedia se puede ver la muda de una chicharra.

La vida es un juego, aprendemos a base de jugar, el juego es nuestra manera de aprender. La forma más refinada de aprender jugando es la llamada investigación científica, de la cual se dice que es la manera de encontrar mejoras para nuestra calidad de vida. Un juguete que por esta vía alcanzo fama mundial fue el perro de Pavlov; también Laica, la perrita del Soyuz. Ahora es la hora de los osetes.

Un equipo sueco ha enviado al espacio a un grupo de osetes que resistieron criptobioticamente las inclemencias de la ingravidez, el frío y el vacío. Para algunos, empero, llegó la hora final al ser expuestos a radiaciones UV no filtradas. Los sobrevivientes acaban de volver al suelo patrio. Desconozco si han hecho declaraciones.