viernes, 25 de abril de 2008

a

La palabra a es una de las más cortas de nuestro idioma: consta de una sola letra que es, además, vocal; es, sin duda, la más abierta (femenina) y tiene, en su forma mayúscula, un cierto parecido con una conocida representación del concepto designado mediante la palabra Dios. Sólo por estas características morfonéticas merece un lugar destacado en el pabellón del vocabulario.

Para no pocos lenguólogos es esta palabra la quintaesencia del idioma, pues expresa, en el menor espacio gráfico asignable a un sonido, la idea de desplazamiento, que, como es sabido, es a su vez la síntesis de los conceptos de espacio y tiempo. Los más reputados de entre ellos acostumbran a acompañar la descripción de esta vinculación semántica con un desplazamiento de las manos hacia delante simultáneo a una prolongada pronunciación de la palabra, la boca bien abierta: aaaaaaaaaa....

Las asociaciones de fans de la palabra a han tomado este movimiento como signo identificativo y así es posible apreciar que el anagrama presente en sus documentos no es sino la representación grafica de humán (*) con las manos dinámicamente hacia delante y la boca abierta.

Ultimamente ha aumentado notablemente el número de estas asociaciones, tanto que ha sido necesario crear la asociación de asociaciones de fans de la palabra a. Su inauguración tuvo lugar la semana pasada en el Ministerio de Asuntos Vocabuláricos. Su presidente, don Tomás Albern, ha manifestado que esta asociación de asociaciones se ha hecho necesaria para ejercer una función de supervisión de la idoneidad de las asociaciones y evitar la proliferación de las que se dedican al ejercicio del esoterismo lingüístico al amparo de la expresión de la idea de finalidad mediante la palabra a.

melancolía (sin título)

Ayer era uno de esos días en que me siento sin fuerza y lo único que me apetece es mirar. Sin nada que hacer (no quería recordar si tenía algo que hacer), me pasé media mañana sentado ante la mesa, mirando por la ventana el plateado gris del cielo.

Me pasa con frecuencia (muy en especial en estos días nublados) que me acerco al vidrio de la ventana y dejo que mi mente se pierda en recuerdos y ensoñaciones que mi conciencia no percibe, perdiendo la noción de cuándo y dónde estoy.

Es un hábito inveterado, cuyos inicios recuerdo bien. Yo tenía diez años y el destino (esa confluencia de voluntades ajena a la de los niños) me había llevado a Budiño, un pueblo de Coruña al que se llegaba tras caminar cuatro kilómetros por un lodazal que atravesaba el bosque y en verano llegaba a parecerse bastante a lo que comunmente* conocemos como camino.

El camino empezaba saliendo de una carretera comarcal, un poco más allá de una casa hecha de bloques de piedra, por cuya gruesa puerta (dividida en dos mitades, la de arriba casi siempre abierta) se podía ver un enorme mostrador de madera maciza, típico de los comercios de la zona. Allí se vendía pan y vino, se recogía el correo y se podía enviar telegramas.

En el pueblo viví un larguísimo año en el que me preparé “por libre” para los exámenes (en Santiago de Compostela, el lugar más parecido a la civilización que había en muchos kilómetros a la redonda) del primer curso del bachillerato elemental.

El silencio del lugar tenía dimensiones planetarias, cósmicas. Yo tenía la sensación (lo creo ahora, entonces habría sido incapaz de pensar algo así) de que el tiempo se había acabado en aquel pueblo, de que había ido a parar al fín del mundo.

En mis recuerdos casi nunca veo el resto de la casa, la ventana es lo único que permanece. La pintura del marco parecía haber sido roja y estaba surcada por grietas por donde empezaba a convertirse en una cascarilla reseca.

El vidrio nunca llegaba a estar propiamente sucio por fuera, gracias a las muchas lluvias de la región, que alimentaban sin descanso el oscuro verde del paisaje.

De noche se podía oír el afanoso trabajar de las carcomas en las maderas de la casa, lo que, pasado el tiempo, devino un sonido de referencia, de existencia de vida.

En los interminables fines de semana que pasábamos en el pueblo (la mayoría), solía estar yo frente al vidrio, oteando en el paisaje la posibilidad de algún movimiento.

Mi tía Elena era la maestra del pueblo.

Hace algunos años volví. Para llegar, ya no es necesario poner los cinco sentidos en la carretera, mucho más ancha y con menos curvas. No me fue difícil encontrar el desvío hacia lo que había sido una estrecha carretera comarcal por la que se llegaba al inicio del camino.

Donde había estado la casa, había ahora una gran explanada de asfalto con enormes rótulos y autómatas verdes expendiendo gasolina. Un poco más allá, un rótulo blanco con forma de flecha anunciando el camino al pueblo: "Budiño: 4,5 Km".

El camino había sido un rastro de charcos, barro y piedras por el que transitábamos mi tía y yo cuando la fortuna decidía que era hora de salir del pueblo.

Me adentré con el coche en el tupido bosque por lo que ahora era una estrecha carretera que subía y bajaba, subía y bajaba, sumergida en un océano vegetal. Los árboles altos, de troncos gruesos y follaje espeso.

Antes de llegar a la casa, pude ver a algunas personas que caminaban por veredas que la espesura de la vegetación me impedía distinguir.

Al llegar al lugar donde supuse que debía de estar la casa me quedé como en hipnosis, mirando fijamente hacia la ventana a través de la ventana del coche.

Acabo de escribir "la casa estaba rodeada de maleza", pero lo cierto es que ni siquiera estoy seguro de que aquella fuera la casa donde yo pasé aquel tan largo año.

Cada vez que me asomo a una ventana, revivo aquella situación: mi mirada se pasea por todos los rincones del panorama que se me ofrece, como si los observase, y mi mente se disgrega entre las imágenes de realidades que ignoro si han existido o son el resultado de mi permanente ensoñación.

Algo así me pasó hace algunos veranos con una ventana de la casa de Amparo y Eduardo. Ingrid y yo habíamos ido a Barcelona a pasar unos días. Al llegar, llamé por teléfono.

-¿Eduardo? Hola, soy Mano

-Hombre, Mano, qué alegría de oírte. ¿Estáis en Barcelona?

-Sí, ehm...

-¿Cuándo habéis llegado?

-Pues hace poco más de una hora

-Estupendo...¿Os vais a pasar por aquí?

-¿Ahora?

-Ahora, luego, mañana, cuando queráis...

-Sí, mejor mañana, porque ahora estamos muy cansados y queríamos ducharnos y descansar...

-Claro, claro, nosotros también estamos muy cansados. Yo he estado trabajando todo el día y Amparo todavía no ha vuelto a casa. Bueno, pues venís mañana por la mañana, ¿no?

-Mm...sí...bueno... no muy temprano, porque lo más probable es que nos levantemos bastante tarde, je je

-Ya, bueno, nosotros tampoco nos vamos a levantar temprano. Entonces os esperamos para comer ¿os parece?

-Muy buena idea...

-Pues eso, tengo muchas ganas de escuchar lo que contáis. Un abrazo. Saluda a Ingrid

-Y tú a Amparo. Hasta mañana

-Hasta mañana.

Al día siguiente comimos en su casa; el delicioso vino, los langostinos, la agradable conversación en familia, en el idioma y el acento propio, después el café, me devolvieron al espejismo del placer cotidiano; nos sentamos en el sofá y nos sumergimos en recuerdos y humo.

Yo fumaba y por la ventana veía el cielo azul neblinoso.

Y así, como de la neblina, me apareció el recuerdo de Elcanio. En verano solíamos ir a la playa de Elanova, recorrer el paseo marítimo del pueblo, especulando sobre el ideal platónico de paella perfecta, tumbarnos al sol y a las dos a comer.

Creo que Edenia hablaba de Elcanio.

Mi mente se fue de paseo por uno de aquellos maravillosos días de playa, recordando la cegadora luminosidad. Parecían haberse reunido allí todos los rayos de sol para hacer más azul el azulísimo azul del mar. Tumbado boca abajo, me adormilé.

Mi piel hormigueaba de placer y en mi mente se mezclaban el ir y venir de las olas, los chillidos de los niños, los voceos del vendedor ambulante y los graznidos de unos muchachos planeando una salida nocturna.

Por momentos, el cuerpo se me esponjaba y creía levitar. Entresoñé sobrevolar la playa, como una cometa, maravillándome los millones de destellos del sol al reflejarse en cada ola.

Recordando aquel ensueño, por mis oídos entraba la conversación y mi nombre, desde la boca de Evalualdo, me hacía „regresar“ al presente:

-Eusomnio, ¿Sabes que los Galaktix juegan mañana en Valentania?

-¿Ah, sí?

-Lo dan por televisión, a partir de las siete

-Caray, eso no puedo perdérmelo

-¿Por quién apuestas tú?

-Bueno, no sé, lo que es seguro es que me voy a divertir

-No, no, pero hay que dar un pronóstico

-Un empate

Por la ventana podía ver, fondo celeste, el volar de una blanquísima gaviota que me devolvió a los recuerdos.

Comencé a recordar algo que me había sucedido a los pocos días de morir Elcanio, que había muerto dos años atrás. Se había negado a tomar antibióticos porque creía en la sabiduría inmunológica de su cuerpo para superar cualquier enfermedad.

En el recuerdo estaba solo, ante esa misma ventana que ahora catalizaba el recuerdo, en casa de Edenia y Evalualdo, escuchando una canción de Nina Simone y recordando las salidas a la playa. Sentí en la lengua el sabor del agua salada.

Estaba llorando. Necesitaba un pañuelo; tenía la nariz y los oídos taponados, la garganta anudada de dolor y mis ojos eran un incontenible caudal de lágrimas.

Empapados diez pañuelos, comprobé con estupor que tenía las mejillas, el cuello y la camiseta mojadas.

Me quité la ropa, porque estaba mojada y hacía mucho calor (Edenia y Evalualdo estaban trabajando y habían de tardar unas dos horas).

El caudal de mis lágrimas no cesaba de aumentar y ya no sentía aflicción.

Me resistía a creer que mis lágrimas hubiesen encharcado el suelo. Chapoteando con el pie, reía y veía todo turbio a través de las lágrimas..

El agua llegó a cubrir mis pies. Me acerqué a la puerta del balcón. Giré la maneta y tiré con fuerza. No se abría.

Caminé hasta el otro balcón, con el mismo resultado y, ya esforzadamente, hasta la cocina, para abrir la puerta del patinillo, también bloqueada.

Al tocar el agua mis testículos, inhalé bruscamente aire y dejé de llorar. Busqué, nadando, la puerta de salida; ni siquiera conseguí mover el pomo. Ya no conseguía hacer pie.

Nadé hacia el lavabo para abrir el ventanuco del patio de luz y, al pasar ante el resquicio de espejo que el agua no había cubierto, vi de reojo algo que llamó mi atención. Me detuve, pero ya el espejo estaba bajo el agua y las ondas hacían la imagen confusa.

Me sumergí, miré el espejo y me fascinó mi cuerpo, lleno de escamas doradas con reflejos rojos. Mi cara reflejaba una felicidad para mí desconocida. Al sonreír se me escapó una burbuja de aire, mi cara se puso roja y al poco morada: me estaba ahogando.

Me impulsé hacia arriba con tanta fuerza que, al salir a la superficie, golpeé con la cabeza el techo. Grité de dolor y horror: faltaban unos treinta centímetros para que el agua llegase al techo. Tenía que hacer algo para impedirlo.

Me sumergí de nuevo, braceando hacia la bañera, y saqué el tapón del desagüe; lo mismo en el bidé y el lavabo.

Me quedé de pie ante el lavabo, mirando cómo el agua eructaba haciendo un torbellino en el desagüe, sobre el que caían gotas de agua desde mi cara.

Miré al espejo y me vi, sorprendido de verme tan cansado, los ojos rojos, la cara mojada; la puerta se abrió y vi en el espejo la silueta de Eduardo en el umbral, que me miraba y preguntaba:

- Mano ... ¿estás mejor?

Dudé unos momentos y contesté:

- ... mm ... sí ...

- Anda, sécate la cara y sal al balcón a que te dé un poco el aire.

Me ofrecía una toalla. La cogí y me fui con pasos lentos hacia el comedor secándome la cara.

Amparo e Ingrid me miraron e interrumpieron su conversación cuando regresé. Amparo sonreía con los labios fruncidos (le salen dos hoyitos en la mejilla que hacen gracioso el gesto) y los ojos brillantes. Giraba lentamente la cabeza de un lado a otro mirándome fijamente.

- Siempre serás un niño

Yo me quise sentir confortado por la frase. Ella me miraba con ojos abiertos de curiosidad contenida.

En la mesita había dos vasos y dos copas de licor, un cenicero con varias colillas de cigarrillos emboquillados, la colilla del puro de Eduardo y la de un cigarrillo liado a mano por mí. Entonces no había reparado en lo mal que se debía de sentir Ingrid, con su aversión al tabaco. Sólo ahora, que lo recuerdo y escribo después de tanto tiempo sin fumar.

* En el diccionario de la RAE viene comúnmente

martes, 22 de abril de 2008

¡socorro!

Una de esas factorías flotantes que surcan/esquilman los mares haciendo el atún está en peligro. Pobrecitos.

encubridores

Si lo que leo es cierto, el metro y la empresa de seguridad que mantiene el orden son encubridores de un delito de agresiones. Si la empresa ha despedido a los empleados, es que sabe del delito. Y parece ser que lo sabe porque el metro se ha puesto en contacto con la empresa de seguridad.

el león

El día había comenzado con un azul de mundo feliz en el cielo, nítido celeste que a los ojos el infinito acercaba.

En mis ojos flotaban restos de un sueño con tiburones que habían jugado conmigo a dioses de lo profundo.

Vi desaparecer el agua al emerger mi cabeza y acercarse el techo de la habitación, pasando después sobre mí el marco de la puerta, bajo mis pies el suelo corriendo; con aire de sofoco en los pulmones, la puerta del baño se acercó y me tragó.

Me miró el espejo y pensé -un instante- en hacer una relámpago descripción de las legañas del (de un) yo. Dentro, así lo sentí, a corro bailaban Nietzsche, Freud, Foucault y Camus, al son de "La Ensaimada", a ritmo montañés a la flauta interpretada por Gustavo Adolfo Panadero. Con sostenido fervor cantaban, uniforme escolar y espardeñas, sonrisa forzada, divinas vocecillas, a ellos ajenas.

Yo extasiado escuchaba y veía, tras el espejo, ir y venir del león los pasos, quien, parece ser, había descubierto: para recuperar la dignidad devorarme debía. ¿Por qué?; creo, intuía que yo era quien lo mantenía como virtual imagen confinado en mi ego deseado. Cómo él lo supo, si lo sabía, no lo sé. Sé que lo creí.

Nunca había el león tan inquieto estado. Todavía su cordial -mansa- pose en mi memoria un rincón de dicha habitaba. Me confundía su desasosiego. Para calmarlo, un pastel instantáneo de variadas humanas carnes soñé, con nobles pensamientos aderezadas, ideales, pasiones, lealtad. Mas al león el pastel un comino importaba y sus pasos aceleraban se.

No sin inquietud, me fui a la cocina, donde no supe qué hacer. De ahí a la sala. Puse a sonar las campanas tubulares de Miguel Campoviejo. Me asomé a la ventana, intentando en la luz por el bosque la huida, mas el vidrio a mi lado, con del león la pregunta, hacia mí me volvía. ¿Qué sabía el león?. ¿Qué sabía yo del león?. ¿Qué yo del león sabía?*.

Luego preparé un café. Desayuné, navegué por la red y un anuncio de Loewe me recordó el espejo. Volví al baño, apuntando al espejo; miré, acercándome, fijamente a sus ojos, abrí las fauces y el león me devoró muriendo en el acto sobre el frío vidrio.

* Aquí llegué a querer poner, contra mi voluntad, no sé si acentuando el cual, "¿Cual yo del león sabía?".

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Una ensaimada es el mejor medio de transporte para volver a la vida despierta.

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De la Wiquipèdia:

"Una ensaïmada és una pasta feta amb farina de blat de força, aigua o llet, ous, sucre, saïm de porc (d'ací el nom), i llevat. Originària de Mallorca i exportada amb èxit a d'altres indrets, està regulada com a Indicació Geogràfica Protegida. Té forma de caragol car es fa a partir de pasta que s'estira fins a fer-la molt prima, s'enrotlla per fer una corda i després es caragola. És habitual posar-hi sucre per sobre.

Una de les característiques pròpies de l'ensaïmada, que la diferencien d'altres pastes, és el fet de que ha de tovar dues vegades.

És probable que sigui un derivat d'un dolç jueu, amb l'afegit del saïm de porc per a desjudaïtzar-lo".

Zaratustra: el alma digital

Zaratustra es uno de los primeros creadores de Dios, allá por el 1800 (o el 1000, o el 600) antes de Cristo, el hijo del Creado.

Su pasión fue hacer un corte en el mundo, un corte que cada humán interpreta en la carne del universo con su cuchillo de libertad, dividiéndola en carne buena y carne mala. Dios nace cada día, con cada corte. Cada humán hace a Dios a su imagen y semejanza.

Del caos sin justicia, hágase un mar de ceros y unos.

Nina Hagen Band- African Reggae

Huele tan bien
Vigila, que no te pillen
Van detrás de ti,
viejo porrero
Se les pudre la sociedad en alcoholismo
Pero a ti te buscan, A TI
Hachís
Finísmo Cachemir
Nobilísima hierba turca afgana
Una galletita para mi tesorito
Canabis en Holanda
Bob Marley en Venus
I wanna go to Africa to the black jah rastaman
To the black culture (Heaven I, I and I, what you mean?)
I will do things like my black friends do it
Do delaomgi...holaotrihi....cucou
Greetings from Germany
Pero qué voy a hacer yo en Africa, como mujer
Si el hombre negro castra a la mujer negra
Ay, ay, castracción
Get up, stand up for the black revolution
For the revolution of the revolution
Get up, stand up!

lunes, 14 de abril de 2008

disparate

Que los seres humanos invadan el planeta en su explosión demográfica resulta espeluznante, pero es una realidad de muy difícil modificación, porque poca gente está en condiciones de percibirlo así. Que los seres humanos utilicen las plantas que constituyen su principal fuente de alimentación para producir combustibles es un disparate de descomunal calibre y consecuencias nefastas sobre los mercados de alimentos. Afortunadamente, parece que hay instituciones relevantes que comienzan a tomar posición.



Claro, que no todas las iniciativas para obtener combustibles a partir de la biomasa son disparatadas. Así, la foto de arriba es la de un autobús propulsado con ökodiesel, un combustible obtenido a partir de aceites alimentarios usados. El lema publicitario: "de la sartén al depósito de combustible".

Seguramente, el aprovechamiento de biomasa a gran escala tendrá lugar cuando se encuentre una forma de transformar la celulosa (la paja, p.e.) en alcohol. Probablemente pronto podamos satisfacer las necesidades del moderno hombre del 600.

feliz día a todos

viernes, 11 de abril de 2008

(del) amor

- ... que el amor es un constructo ...

La frase me hizo despertar del sopor de la clase y me encontré repitiéndola, enfrentado a la risilla condescendiente del profesor.

- ¿Que el amor es un constructo?

- Pues sí ...

Y soltó una parrafada acerca de la búsqueda hermenéutica del concepto de amor, que si es algo con pocos siglos de existencia, que si la familia y el capitalismo, que nada hay que indique que el amor es algo necesario para la vida feliz, y tal.

Me quedé estupefacto, como cuando me habían dicho que los reyes son los padres, o que dios no existe, si bien ahora era un adulto que creía estar de vuelta. Recuerdo haber mirado hacia los asistentes y encontrado la mirada de una muchacha que, arqueando una ceja, hizo un gesto que venía a decir "que diga lo que quiera, aquí estamos para decir sí".

Después, por la calle, entre paseos y tareas, me salieron las respuestas que no supe allientonces encontrar, quizás porque la frase me había sentado como un pitido arbitral de fuera de juego y tenía menos ganas de replicar que de escuchar los porqués. Las respuestas se fueron resumiendo en un "será un constructo, pero es el más bello de cuantos la humanidad ha hecho, incluido el de humanidad".

Y bien, ese constructo se expresa de formas tan diversas, sinérgicas, agónicas, antagónicas, miserables, patéticas o sublimes, que nombrarlo viene a ser decir nada, o todo. Y probablemente ahí radique su fuerza, como motor del mundo, como herramienta educativa, "engañabobos", diría mi padre.

De amor referido a ella es, en mi caso, hablar de un fluir que elimina la gravedad, de un gozar tal que existir es mucho más que existir, de un dolor que atenaza la garganta y nubla la vista, de una ilusa sensación de eternidad.

Amor a la patria es una mierda que embadurna la conducta y provoca necedad, como levantarse uno, sí, sin saber por qué, el puño levantado cada vez, tres, que el Getafe le mete uno al Bayern.

Será un constructo, sí. Cosas crederedes.

jueves, 10 de abril de 2008

esperando a Berlin

Mientras espero la respuesta de Berlin, hoy quisiera hacer un post vacío; porque, la verdad sea dicha, no tengo nada que decir (no sólo hoy, sino en general: lo que yo creo es algo definitivamente carente de interés). La mayor dificultad del asunto estriba en que, se quiera o no, las palabras siempre significan algo*, de manera que el reto consiste en hacer un texto con un significado lo más irrelevante posible.

Una posibilidad consiste en hablar de algo evidente, algo así como que la nada, si no recibe un añadido, permanece ignota hasta el fín de los tiempos. Y, bueno, aquí empiezo a tener la sensación de que esto comienza a torcerse, algo de esta frase me hace pensar que tal vez voy en dirección contraria y ante mí se abre un túnel de carril único.

Tengo la opción de abandonar, esa que, victoriosamente personificada en un acceso de melancolía de poeta maldito, habitualmente me aconseja en los momentos difíciles; abandonar, empero, sería demasiado bello. Coronaría esta empresa con una dosis de sentido que arruinaría el inicial propósito de hacer un post vacío.

Alguien podría replicar que, así, abandonado, interrumpido, el post cumple plenamente con el propósito inicial, dado que el único sentido posible de una actividad humana es el éxito alcanzado en la empresa: abandonando, cumpliría el objetivo de hacer un post vacío, algo propio de tipos como yo, carne de crematorio para cualquier régimen eugenésico.

Si bien admito que esa réplica no me deja completamente indiferente, hay algo que tengo claro (lamentablemente): paradójicamente, el éxito de un tal post es tanto mayor cuanto más largo sea el texto, pues, a falta de contenido relevante, cuantas más palabras contenga el texto, menor será la densidad de sentido (proporción entre la relevancia del texto y la longitud de su contenido).

Digo entre paréntesis lamentablemente porque ello me obliga a luchar contra ese en sí mismo placentero impulso de abandonarme al mullido transcurrir de las horas matinales durante las que busco eludir el pensar en esa posibilidad de trabajo que me acaban de comunicar: traducir en Aschaffenburg (40 kms al este). Mierda!, el curro... tres meses a 1700 euros al mes...

Esto ... ¿Dónde estaba?. Lo cierto es que he encontrado el teclado en castellano que tenía en el sótano y estoy como un chiquillo con un chupachups. Sé que esto tiene sentido, pero no puedo evitar comentarlo, porque si no lo hago me coge flato... bueno, como he perdido el hilo, vuelvo a la frase con el centro de (des)interés semántico del post: la nada, si no recibe un añadido, permanece ignota hasta el fín de los tiempos

Mmm ... sí: la metedura de pata está en la última palabra. Porque estoy convencido de que, para más de uno (y de muchos, ay), el tiempo, lejos de ser un constructo mental humano, es una realidad autoevidente, algo así como la esencia de todo aquello que no necesita explicación y posibilita la existencia de todo, lo cual, para los fines inicialmente propuestos, resulta aterradoramente contrapuesto. Pero bueno, no estoy con ganas de cambiar nada, así que haré la vista gorda y le pondré un poco de relleno que me permita tirar por el camino del medio: alargar un poco el texto y mandarlo al carajo, que a mí no hay Violante que me pida un soneto.

Ah, Violante!, una esfera de palabras aglutinantes que, al modo de una bola de nieve, se desplaza pendiente abajo por la ladera de una montaña de significados improbables, enganchados transitivamente a estériles árboles de sentido que cambian su dirección intencional y le inyectan proposiciones de absurdo que alegran el frenesí sintáctico de su devenir, do viene esa ingravidez, ese estúpido amor de sí que se expande en este éter rosa sin recuerdos, oh, sí aquellos sí que eran tiempos, oh espacios panetílicos poblados de selvas de cáñamo, do vuestras senesmias han masnado, por-r vues*+s m. @ue di3i7lt1s!.

* la pregunta que aquí se me plantea -y que formulo con la decidida intención de arruinar el apestoso propósito inicial- es si acaso es posible crear una secuencia de signos que, por definición, no pueda en absoluto ser dotada de sentido. Algo así como la demostración definitiva de que el platonismo carece de sentido; demostración que, claro está, sólo es posible admitiendo como dotada de sentido la doctrina de las ideas de Platón :-)

martes, 8 de abril de 2008

se acabó

En el día de hoy

derretido, descongelado

el invierno, ese enemigo,

las luces primaverales

han alcanzado sus últimos objetivos


El invierno ha terminado

lunes, 7 de abril de 2008

culo cagao mierda'primavero

Scheiss Wetter



Con nocturnidad y alevosía

Y luego va y se ríe, como diciendo Felí'navidà


Pero no lo va a conseguir

Esto se acaba, no hay quien lo pare

viernes, 4 de abril de 2008

La sombra de Adolf en Caracas

La verdad es que lo sigo distanciadamente y estoy insuficientemente informado, pero me parece claro que la evolución de Hugo tiene demasiadas paralelas con el Führer y su Schutzstaffel .

Bambi cool

Entre renunciar a la propagación de la violencia via militare y apoyar abiertamente al matador de moda hay un mundo en el que yo no estoy (lo mío es lo primero). Pero hay algo en esa actitud de Bambi* que me encanta. Bambi for ever.

*el mundo.es: "A un cierto punto, el español incluso miraba con recelo al grupo; después, entornaba los ojos cansados. Quizás apiadado por la soledad del líder socialista, Javier Solana, quien se río y charló un buen rato con Bush, se acercó a Zapatero, según los presentes. Bush avanzó, después, en dirección hacia el presidente español, pero, ante la falta de reacción hispánica, siguió hacia otro lado".

martes, 1 de abril de 2008

Cannalolla

Esta planta, conocida como col de mente, comenzó a usarse con fines terapéuticos cuando se descubrió que las lesiones cerebrales que se le atribuían no eran tales, sino simples desconexiones sinápticas del sustrato neuronal de las creencias que el individuo que con cannalolla se alimentaba experimentaba. Contrariamente a lo inicalmente creído, esas desconexiones no son asimilables a una muerte del tejido afectado, sino a una reformación del mismo que proporciona la posibilidad de una auto-reeducación de la persona en cuestión.