domingo, 8 de junio de 2008

gracias

A eso de las cinco, los pájaros del patio han comenzado su orquestal ataque matutino y mi respiración ha cambiado de ritmo, yo consciente. A las seis he salido a la calle, el sol fluyente, el aire fresco, frío sobre la bici. Ya en el parque, he querido ponerme a correr, recordando que quiero me inscribir en la maratón de septiembre (algo he de hacer contra mi perímetro abdominal de ex fumador).

Y en verdad que algunos trotes he hecho, unas gotitas de sudor han llegado a casimojar el niqui, pero casi todo ha sido caminar, disfrutar de la luz, del fragar de la lavanda; caminaba por la vereda junto al estanque sorteando los gansos, apostados en medio, indolentes, indiferentes a mi paso, gozando este prodigioso matinar.

Al final me he detenido, ya seguro de que no iba a estropear la mañana corriendo, he visto al cisne, paseando su flotante blanco en medio del agua, suavemente erizada de reflejos de sol y he sentido gratitud, gratitud confusa, de no saber a quién decirle gracias, gracias por todo esto.

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