lunes, 26 de mayo de 2008

usted y yo


De pequeño acabé por aprender que había personas a las que tenía que dirigirme tratándolas de usted; creo que la figura que me quedó indeleblemente asociada a ese palabro es la de mi abuelo paterno (mi abuelo materno murió en el 36, yo nací en el 58*), un hombre riguroso como pocos.

En mis tiempos no existía la EGB, sino la enseñanza primaria, que se acababa a los nueve/diez años, para dividirse en dos ramas: una, cuyo nombre no recuerdo y desembocaba en la formación profesional, y el bachillerato, que duraba hasta el posible ingreso en la universidad. Yo hice el bachillerato, cada año en un colegio diferente, de forma paralela a las múltiples mudanzas de nuestra familia; cada año conociendo a nuevos compañeros y profesores, a quienes trataba respectivamente de tú y de usted.

Un buen día, tenía quince años, me subí en Barcelona al autobús y el conductor me trató de usted; recuerdo que apenas sentía los empellones del motor mientras buscaba los asientos de atrás, flotando, investido de autoridad, mostrando a todos mi libro de química, con un a bolígrafo llenando la portada.

En el instituto de Santa Coloma de Gramenet cursé sexto, el último curso del bachillerato. Nunca había estudiado en un colegio público y el ingreso en el instituto despertaba en mí tanta intriga y emoción como inseguridad en mis padres. En las aulas se fumaba sin restrición, lo que contribuía a que, al final de las clases, mi cerebro (de por sí proclive a ello) se inundara de ondas teta. Aquí viene a cuento que muchos profesores del instituto pedían ser tratados de tú y los que exigían el usted tenían entre los alumnos una valoración negativa.

En COU (curso de orientación universitaria, ignoro si aún existe) volví al usted de luto, en un colegio religioso, y, al final del curso, la muerte de Franco fue para mí el liberador final de una era, el nacer del hombre nuevo (hoy: ese chiste); el nuevo orden era el caos y el usted una de las herencias del mal gusto.

Tengo entre mis prejuicios que el usted es algo genuino de Madrí, donde la jerarquía es el material con que se hacen las tuberías que conducen el fluido de los presupuestos del estado.

A mis cincuenta años, siento que se me esfuma la legitimidad para tratar y ser tratado de tú. Ahora mi resulta más gamberro, más charnego, más chorizo. Oh, sí, quiero gamberramente pasarme por el forro el usted de los Berlines y Popoyos que en el mundo son.

*Es bien interesante el cambio de perspectiva que en la apreciación de la realidad del tiempo produce la edad; siendo un jovencito, la fecha de la muerte de mi abuelo me parecía remotamente perdida en la noche de los tiempos, mientras que hoy, tanto tiempo después, me apetece llamarlo anteayer.

3 comentarios:

zalakain dijo...

Creo que lo de que en las aulas se fumaba sin restricción es un delirio de uno de los nódulos autónomos de mi memoria. Desde luego, en los pasillos sí que se fumaba ... ¿o era en el patio?

zalakain dijo...

Pues no: lo que acabo de recordar me indica que ese nódulo funciona bien; sí que se fumaba; supongo que es que no me he querido creer que aquello era posible; pero sí ... se fumaba, fumábamos .. cof cof

zalakain dijo...

Qué tontería lo de Madrí. Allí donde hay alguien cuyo status social ha de ser defendido ante los chorizos (los de mi clase), allí hay un campo ustédico en acción. Supongo que en Madrí son pocos más y esos más se tratan entre sí de señoría