Bockenheim es uno de los muchos barrio-pueblos de que consta Frankfurt. La Leipziger es la calle de la vidilla del barrio. En las horas punta es un hormiguero humano.
Así es, querido. Una pareja de cigüeñas aventureras decidieron, en contra de lo acostumbrado,probar suerte y emigrar hacia el norte. Confiados por la abundancia de comida que les proporcionaban los vertederos de las industrializadas ciudades alemanas y resguardados del frío por el ardor amoroso típico de los primeros meses de sagrado matrimonio, construyeron su nido en una torre de la ciudad de Darmstadt.
Y un día el cigüeño de vuelta de sus habituales recorridos por las fiestas cerveceras de todos los pueblos germanos de los alrededores, se encontró con un inesperado regalo de la cigüeña: envuelta en un hatillo asomaba la cabeza una hermosa cigüeñita de alta alcurnia que lucía un cuello laaaargo, laaaargo y un pico de oro rojo.
El cigüeño, entusiasmado con su regalo, no reparó en que se acercaban años de nieves y se pasó los tres años siguientes planeando con su princesa ciconia-ciconia de fiesta en fiesta para que todos pudiesen admirar la gracia y elegancia de sus alas en su precoz vuelo.
Pero a la cigüeña-madre, con las patas en la tierra, falta del calor inicial de los primeros años que la protegía de los gélidos vientos del norte, se la empezó a helar el corazón y las alas, que empezaron a fallarle en sus intentos por volver al nido. Suerte que allí eran muuuu modernos y tenían unas máquinas hechas a imagen y semejanza de sus congéneres que surcaban el aire hacia el siempre cálido Sur.
Y así fue como en mi tercer cumpleaños vientos racheados me trajeron a Madrid.
3 comentarios:
¿conoces Darmstadt? está cerca de Frankfurt. Hace 44 años aparecí allí, de repente
Caramba, adorada princesa, ya lo dice Berlin: el mundo es una caja de sorpresas. Cuando fui a Darmstadt por vez primera tenía 44 años
Me pregunto qué quiere decir lo de "de repente". Suena como si realmente te hubiese traído la cigüeña :-)
Así es, querido.
Una pareja de cigüeñas aventureras decidieron, en contra de lo acostumbrado,probar suerte y emigrar hacia el norte. Confiados por la abundancia de comida que les proporcionaban los vertederos de las industrializadas ciudades alemanas y resguardados del frío por el ardor amoroso típico de los primeros meses de sagrado matrimonio, construyeron su nido en una torre de la ciudad de Darmstadt.
Y un día el cigüeño de vuelta de sus habituales recorridos por las fiestas cerveceras de todos los pueblos germanos de los alrededores, se encontró con un inesperado regalo de la cigüeña: envuelta en un hatillo asomaba la cabeza una hermosa cigüeñita de alta alcurnia que lucía un cuello laaaargo, laaaargo y un pico de oro rojo.
El cigüeño, entusiasmado con su regalo, no reparó en que se acercaban años de nieves y se pasó los tres años siguientes planeando con su princesa ciconia-ciconia de fiesta en fiesta para que todos pudiesen admirar la gracia y elegancia de sus alas en su precoz vuelo.
Pero a la cigüeña-madre, con las patas en la tierra, falta del calor inicial de los primeros años que la protegía de los gélidos vientos del norte, se la empezó a helar el corazón y las alas, que empezaron a fallarle en sus intentos por volver al nido.
Suerte que allí eran muuuu modernos y tenían unas máquinas hechas a imagen y semejanza de sus congéneres que surcaban el aire hacia el siempre cálido Sur.
Y así fue como en mi tercer cumpleaños vientos racheados me trajeron a Madrid.
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