martes, 26 de febrero de 2008

la vida es sueño

Todo sistema social se fundamenta en uno anterior, eso está claro; bien para negarlo, para mejorarlo, o conmemorarlo, cada entramado de relaciones humanas contiene, de una forma u otra, una herencia transmitida. La conciencia de eso, de sus múltiples explicaciones, es lo que llamamos historia.

Existen creencias, visiones del mundo, que se expresan condensadamente con aquello de "cualquier tiempo pasado fue mejor". Es lo que conocemos como platonismo: creer que hubo un mundo ideal, primigenio, del cual este que habitamos es una degeneración. Platonismo en forma pura es lo que recibimos quienes de niños fuimos indoctrinados en el llamado catecismo, en donde ese mundo ideal era llamado "el paraíso", una idea difícilmente conciliable con la de la evolución de las especies.

Si yo hiciese caso a algunas personas, consideraría que quienes me indoctrinaron son una banda de mentirosos, pero me cuesta hacerles caso. Me cuesta por dos razones, antes de exponer las cuales tengo que añadir la definición de mentira.

Para eso, me voy al diccionario de la RAE y confirmo lo que temía: no encuentro una definición que me interese; ese diccionario es una joya que condensa la pobreza intelectual de nuestro idioma. Sí, claro, me podía haber ahorrado el trabajo de la búsqueda y hacer yo mismo la definición, pero eso es precisamente lo que mi pereza pretendía eludir...

En fín, definiendo mentira como aquello que alguien (A) dice con la intención de que su interlocutor crea algo que no se corresponde con lo que A considera cierto, me resulta imposible llamar mentirosos a mis catequistas porque no puedo saber lo que ellos considera(ba*)n cierto.

¿Pero no eran dos las razones?. Sí, la otra razón tiene que ver con la (in)existencia de dios. La verdad: no recuerdo bien de qué iba aquello del catecismo, pero sí cosas de las clases de religión, en especial la historia sagrada, sus historias, todas bellas, literariamente respetabilísimas, tras cuya lectura uno siente la tentación de decir "se non e vero, e ben trovato"; todo ello en torno a -a propósito de- dios, un omnisciente ser que juzga las obras humanas después de la muerte.

Si yo fuese ateo, aquí lo tendria fácil: dado que sé positivamente que dios no existe, entonces todo esto de la historia es una evidente patraña, es decir, me han mentido. Pero no soy ateo, porque considero que las pruebas de la no existencia de dios son tantas como las de su existencia: ninguna; así que, si bien me resulta indiferente lo que la doctrina cristiana considera moralmente aceptable (o ni más ni menos válido que lo que alguien no cristiano considere aceptable), no encuentro motivos para considerarla mentira.

Luego de hacer un poquitín de repaso, he reparado en que esta postura no es la que mantenía tiempo atrás. Cuando decidí no volver a misa, teniendo dieciséis, lo hice en la conciencia de que se trataba de un engaño, una mentira, tras pasar una crisis similar a cuando, de chaval, había empezado a dudar de la existencia de los reyes magos.

Me recuerdo en el instituto de Santa Coloma de Gramenet, clase sexto C, en el caos de impresiones y personas entre clase y clase. Benjamín Pascual, un rubio de lacio pelo y grave voz, me sujetó por los hombros como queriendo sacudirme y me espetó riendo: "Sueiro, convéncete, dios no existe". Su risa me pareció encontrar aquiescencia en la atmósfera de la clase y de pronto me sentí como un idiota que había sumado dos más dos igual a dos. Creo recordar que Benjamín andaba enrolado en el PSUC. Era de aquellas personas que despertaban en mí la sensacion de ser un pardillo. Tiempo después lo encontré con la actitud que más tarde conseguiría identificar como propia de quienes han inhalado humo de flores de cáñamo ardiendo. Me dijo que era un poeta. "Soy poeta". Dijo poeta, estoy seguro, pero sobre mí cayó el alud de la palabra con el sentido de profeta.

Creo que eso sucedió, porque lo recuerdo o porque lo he inventado, ya sé que no es lo mismo, pero a mí la diferencia me importa un rábano. He perdido el hilo ... quería hablar de la vida como sueño, de cómo hablamos de cosas que no existen (como el pasado) y de cómo creemos que existen cosas que no podemos ver, porque el futuro ... existe ... ¿o no?

*algunos, por aquello de la finitud de nuestras vidas, han (o deben de haber) pasado a engrosar el ciclo biológico general.

No hay comentarios: