viernes, 8 de febrero de 2008

izquierda, derecha, revolución y mareo

Dice Luís* Racionero en estrelladigital.es:

"Tengo demostrado en mi libro Los Complejos de la Derecha que ya no existe diferencia sustancial entre esos supuestos partidos, pues todos somos de centro, formando parte de un sistema mixto capitalista-socialista que aúna la competencia del mercado con la solidaridad del welfare state. Por ello me parece lógico que “para evitar este falso dilema preferimos hablar de progresismo, en vez de izquierda o derecha”. Ahí, mi querida Rosa, se alzará el espectro de Simone de Beauvoir y te apostrofará severamente: “el que no ve la diferencia entre derechas e izquierdas es que es de derechas”. Eso sería cuando Sartre era joven, ahora ya no es verdad".

Que la primera frase sea pretenciosa hasta decir basta (me recuerda al capitán Tan con sus viajes a lo largo y ancho de este mundo) sería excusable si no fuese porque afirma haber demostrado algo cuando no hace sino exponer un lugar común postmodernista.

Resulta, empero, muy interesante, porque muestra hasta qué punto la derecha ha crecido y engullido al personal al punto que éste ha llegado a creer que la izquierda ya no existe. No pretendo acusar a nadie de nada, sólo aportar un poco de claridad (marginal, por supuesto, lo mío es el desierto :-).

Izquierda y derecha no están definidos por la pertenencia o no a ciertos partidos políticos sino por la toma de posición frente al principio de igualdad entre los seres humanos. Y aquí es donde la derecha ha triunfado ampliamente, por unanimidad, goleada y recochineo.

La derecha es aristocrática, es decir, cree en la existencia de seres mejores, que tienen la capacidad de ser ejemplo y guiar al rebanyo diciéndole "ahí está el camino"; seres que merecen una especial confianza y respeto de los demás. Los mejores lo son gracias a dos fenómenos: la herencia (predisposición genética) y el esfuerzo (actividad de autosuperación que se estimula con la competencia). La igualdad es, para la derecha, un signo de degeneración, un imaginario indeseable que acabaría con el -para ella- único estímulo necesario y suficiente para el desarrollo: la competición entre individuos sanos.

Es un tópico histórico aún vigente considerar a la Unión Soviética como el modelo de referencia para la izquierda. Grotesco pero cierto. ¿Habrá alguien que, sin estar confundido por las voces del mismísimo Dios, afirme que el Gulag está inspirado en el principio de igualdad?.


*El acento no se lo quito ni harto de vino


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