domingo, 8 de julio de 2007

política en España

De la política en España, la cuestión que más me interesa es la de la forma del estado. No la de aportar argumentos en favor o en contra de una forma u otra de estado, eso lo considero poco interesante (por, en mi caso, obvio), sino la de cómo plantear el objetivo de alcanzar una república, dando por supuesto que, tarde o temprano, la monarquía desaparecerá, por ser un anacronismo incompatible con el principio de igualdad de derechos de las personas y con el de la elegibilidad de los cargos públicos.

Se trata de diseñar una forma de comportamiento que asegure el mínimo de resistencias en la evolución hacia la república. Para realizar un tal diseño es necesario identificar cuáles son las formas de resistencia al cambio.

Por otro lado, considero necesario replantearse la forma de hacer política, en el sentido de preguntarse cuál es la forma más adecuada de tomar decisiones públicas: si el sistema de partidos políticos es lo más deseable, si es optimizable, si hay alternativas. Una discusión que, en el marco del intercambio ideológico posiblitado por el tejido digital, debería abocar al diseño de una forma más eficiente y justa de hacer política.

Una primera pregunta que me queda en el aire es la de si es conveniente o no llamar república a la nueva forma de estado (en el caso de que éste siga siendo considerado una institución válida para estructurar y canalizar los intercambios de intereses sociales).

La palabra república despierta aversión en muchos españoles, si no en la mayoría. En unos casos, por haber heredado una adscripción nacional (una identificación emocional con los vencedores de la guerra civil y sus sucesores); en otros casos, porque la actual monarquía ha probado su capacidad para conducir pacíficamente los acontecimientos políticos, permitiendo así olvidar el miedo al regreso de la dictadura (parodiado: virgencita, virgencita, que me quede como estoy :-).

Si eso es así, es lo más razonable abandonar la creencia de que a corto plazo el estado español puede devenir una república. Eso es, a mi entender, imposible.

Para los herederos de la adscripción nacional, la palabra república evoca, creo, anticlericalismo y terror. Tal vez, no sé, no la palabra república en abstracto , pero sí la expresión república española, de la cual es bandera la roja, amarilla y morada. Es posible que quienes deseamos la república hagamos algo bueno por la causa renunciando a esa bandera. Algo así como un funeral festivo en el que le demos un relevo.

Tal habría que hacer con la propia palabra política. Es casi un reflejo genuinamente español lo de "yo de política no entiendo" o "yo soy apolítico"; expresiones del tiempo de la dictadura que reflejan hasta qué punto estaba entonces perseguida la toma de posición política. Queda abierto el concurso en busca del palabro heredero. El ganador recibirá a domicilio un bote de salchichas originales de Frankfurt; bio, por supuesto.

2 comentarios:

Maripuchi dijo...

Lo llamaremos huevos ...




¿¿Me mandas las salchichas??

Anónimo dijo...

Pues no suena nada mal, no ... a ver qué dice el jurado; no me extrañaría nada que el concurso estuviese amañado ...