jueves, 10 de abril de 2008

esperando a Berlin

Mientras espero la respuesta de Berlin, hoy quisiera hacer un post vacío; porque, la verdad sea dicha, no tengo nada que decir (no sólo hoy, sino en general: lo que yo creo es algo definitivamente carente de interés). La mayor dificultad del asunto estriba en que, se quiera o no, las palabras siempre significan algo*, de manera que el reto consiste en hacer un texto con un significado lo más irrelevante posible.

Una posibilidad consiste en hablar de algo evidente, algo así como que la nada, si no recibe un añadido, permanece ignota hasta el fín de los tiempos. Y, bueno, aquí empiezo a tener la sensación de que esto comienza a torcerse, algo de esta frase me hace pensar que tal vez voy en dirección contraria y ante mí se abre un túnel de carril único.

Tengo la opción de abandonar, esa que, victoriosamente personificada en un acceso de melancolía de poeta maldito, habitualmente me aconseja en los momentos difíciles; abandonar, empero, sería demasiado bello. Coronaría esta empresa con una dosis de sentido que arruinaría el inicial propósito de hacer un post vacío.

Alguien podría replicar que, así, abandonado, interrumpido, el post cumple plenamente con el propósito inicial, dado que el único sentido posible de una actividad humana es el éxito alcanzado en la empresa: abandonando, cumpliría el objetivo de hacer un post vacío, algo propio de tipos como yo, carne de crematorio para cualquier régimen eugenésico.

Si bien admito que esa réplica no me deja completamente indiferente, hay algo que tengo claro (lamentablemente): paradójicamente, el éxito de un tal post es tanto mayor cuanto más largo sea el texto, pues, a falta de contenido relevante, cuantas más palabras contenga el texto, menor será la densidad de sentido (proporción entre la relevancia del texto y la longitud de su contenido).

Digo entre paréntesis lamentablemente porque ello me obliga a luchar contra ese en sí mismo placentero impulso de abandonarme al mullido transcurrir de las horas matinales durante las que busco eludir el pensar en esa posibilidad de trabajo que me acaban de comunicar: traducir en Aschaffenburg (40 kms al este). Mierda!, el curro... tres meses a 1700 euros al mes...

Esto ... ¿Dónde estaba?. Lo cierto es que he encontrado el teclado en castellano que tenía en el sótano y estoy como un chiquillo con un chupachups. Sé que esto tiene sentido, pero no puedo evitar comentarlo, porque si no lo hago me coge flato... bueno, como he perdido el hilo, vuelvo a la frase con el centro de (des)interés semántico del post: la nada, si no recibe un añadido, permanece ignota hasta el fín de los tiempos

Mmm ... sí: la metedura de pata está en la última palabra. Porque estoy convencido de que, para más de uno (y de muchos, ay), el tiempo, lejos de ser un constructo mental humano, es una realidad autoevidente, algo así como la esencia de todo aquello que no necesita explicación y posibilita la existencia de todo, lo cual, para los fines inicialmente propuestos, resulta aterradoramente contrapuesto. Pero bueno, no estoy con ganas de cambiar nada, así que haré la vista gorda y le pondré un poco de relleno que me permita tirar por el camino del medio: alargar un poco el texto y mandarlo al carajo, que a mí no hay Violante que me pida un soneto.

Ah, Violante!, una esfera de palabras aglutinantes que, al modo de una bola de nieve, se desplaza pendiente abajo por la ladera de una montaña de significados improbables, enganchados transitivamente a estériles árboles de sentido que cambian su dirección intencional y le inyectan proposiciones de absurdo que alegran el frenesí sintáctico de su devenir, do viene esa ingravidez, ese estúpido amor de sí que se expande en este éter rosa sin recuerdos, oh, sí aquellos sí que eran tiempos, oh espacios panetílicos poblados de selvas de cáñamo, do vuestras senesmias han masnado, por-r vues*+s m. @ue di3i7lt1s!.

* la pregunta que aquí se me plantea -y que formulo con la decidida intención de arruinar el apestoso propósito inicial- es si acaso es posible crear una secuencia de signos que, por definición, no pueda en absoluto ser dotada de sentido. Algo así como la demostración definitiva de que el platonismo carece de sentido; demostración que, claro está, sólo es posible admitiendo como dotada de sentido la doctrina de las ideas de Platón :-)

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