miércoles, 18 de abril de 2007

fuga 1

El lunes estuve en Valentania; había ido con la vaga intención de buscar algún trabajo. Era un típico día de junio, remansado y luminoso.

A eso de las tres, después de haber estado meditando si valía la pena hacer algo, me tendí en la cama, oblicuamente cruzado, con los pies colgando por un borde y la barbilla apoyada en el otro, mirando hacia la terraza y disfrutando el suave cosquilleo que se extendía por la piel de mis piernas, esponjadas de placer.

A través de la mugre de los vidrios del ventanal vi algo moviéndose; quise creer que era una mariposa de alas doradas que revoloteaba alrededor de una planta roja (o de rojas flores...), cuyas etéreas ramas se balanceaban mínimamente mecidas por la brisa del aleteo. No sé bien si era así o sólo que así lo escribí, en la libreta abierta sobre la colcha.

El aire estaba caliente y como saturado de la luz que, reflejada por las blancas paredes de la terraza, entraba en la habitación eludiendo el toldo.

Se me ocurrió que mi mente era, en relación a la habitación, un espacio oscuro y fresco, como lo era la habitación respecto a la terraza, y -escribí- de suelo verde, en cuyo centro (“un punto vacío cuya imaginación me produce un ligero acceso de vértigo”) se estaba gestando un “incoloro” proyecto de “huida a algún lugar que no consigo ubicar en el planisferio, tal vez porque en el fondo no tengo ganas de huir”.

Al leer la palabra "huir" me pregunté si estaría realmente pensando en huir o si la palabra se me había ocurrido así, sin más, como se me podía haber ocurrido "yogur" o "cantinela".

Me dije que las palabras no se le ocurren a uno por casualidad, pero que tal vez me estaba complicando innecesariamente las cosas. En verdad, ¿para qué querría yo huir?. Me contesté que uno no huye para algo, sino de algo, ¿y de qué podría querer huir yo?.




3 comentarios:

Camilo dijo...

Huir puede ser un acto destructivo, porque a donde te lleve incluirá el motivo de la huida y ensuciará la primera obra que empieces. Quizá la segunda ya sea limpia. Huir a veces es imprescindible, pero después hay que purificar el espíritu, curarlo de la propia huida.
(P.D. Me ha encantado el concepto de la mente en relación al cuarto).

Maripuchi dijo...

Alea jacta est, querido Zalakaín.

adelle dijo...

Huir.............
Siempre lo hacemos, aunque luego volvamos, exactamente ahí, desde donde se inició la huida.