miércoles, 30 de mayo de 2007

viaje

Blanca propuso a mi anterior yo que refiriera un lugar en el mundo del que tenga un bello recuerdo y eso me ha llevado a la pregunta de cuántos viajes he hecho

La dificultad de la elección de un viaje se deriva de la escasa presencia de viajes en mi curriculum. Soy un tipo poco viajado, sedentario y pusilánime. Y eso que la cosa prometia: ya de pequeñin, mi tio Ramón me hizo saber lo que era un viaje llevándome a Galicia un verano, sin duda para alivio de mis padres y disfrute de mi familia gallega. Sinceramente, de aquel primer viaje no recuerdo nada, sólo la anécdota que cuentan de que cuando vi el cerdo de unos vecinos, grité asombrado: "tito, mira, mira, un perro sin pelos".

Aquel viaje debió de dejarme una buena impresión, porque con el tiempo llegó a convertirse en una de las grandes aventuras el llevar a mi hermana al cañaveral y hacerle pasar entre la maraña de plantas diciéndole que íbamos a Galicia.

Es el caso que, teniendo yo diez años, mi padre decidió trasladar a su familia del lugar donde habia sido fundada (mi lugar de nacimiento, Catalunya) al de su nacimiento, Galicia. Nos metimos junto con el equipaje en nuestro flamante 2CV de segunda mano los cinco de la familia (mis padres, mi hermana, el perro Bobi y yo) y pusimos ruedas hacia el noroeste.

El periplo duro tres días con dos noches. Podria parecer mucho tiempo, pero teniendo en cuenta la potencia del auto, la carga que soportaba y los intermezzos culturales, como la visita a la basilica del Pilar de Zaragoza y otras que recuerdo difusamente, se puede decir que el tiempo empleado no fue excesivo.

Nuestro destino era, como digo, Galicia, región (asi lo llamabámos entonces) para la que todavia no se había puesto en marcha el plan de accesos, por lo que el viaje discurria por una encantadora carretera que se ajustaba amorosamente a las ondulaciones de las montañas de Zamora, lugar que contiene el punto remarcable con el que doy correspondencia a la propuesta de Blanca.

En plena ascension de a saber qué montaña, el coche ya sólo podía ir en primera, porque en segunda se ahogaba el pobre motor, y eso facilitaba la contemplacion de los maravillosos paisajes que se abrian ladera abajo; pero hete aquí que la visibilidad empezó a escasear a causa de una niebla que se hacía más y más densa. Llegó un momento en que no se veía lo que había a un metro de distancia y mi padre optó por detener el auto. La niebla -la nube o lo que aquello fuera- se desplazó y nos dejó el panorama visible; el panorama de la nada, que era lo que había delante del vehiculo, las ruedas junto al borde de la carretera, como pretendiendo abordar la tangente de la curva. La contemplación de aquel paisaje no se me olvidará.

4 comentarios:

pensando con el corazon dijo...

Ni a mi después de haberlo leido y sentido..

Precioso el paisaje, como tus sentimentos, siempre criticos pero cargados de.. eso, algo de mágia contenida!!!

Un abrazo, y no te enfades por lo que a veces escribo.. todo pasa, eso también, sobre todo si tengo amigos que siempre acompañan aunque sea en la virtualidad..


Lo dicho, gracias por todo


Sarsillo

Maripuchi dijo...

Me has mandado a mí también a la bruma. Besote.

Blanca dijo...

Es una hermosura, el paisaje y que ya estés de vuelta a tope... besinos,

Camilo dijo...

Vamos, que volviste a nacer aquel día. Tu padre supo que "tenía" que parar. Menos mal. Gracias a eso, ahora te tenemos aquí, con tus escritos y tus fotos. Maravilloso.