sábado, 3 de noviembre de 2007

Tres millones de tetas

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Uno, dos, tres, millones (tres) de tretas

La niebla hace de estos días un evento gris y húmedo que atenúa los colores y penetra en los pulmones asociado al fresco humo, esos escapes.

El prado ya no es tan pendiente y las vacas se acomodan, fermentando indolentes rica hierba. Oh, sí, la hierba, yerba.

Hace claros luminosos que (de)muestran nuestro rojo decadente, esa vacilante mente espléndida belleza que en los nervios de las hojas caídas en el valle grisaliza. Las Caídas.

Por nos velado rojo reposa, se mece en el decir de fluidos fusiles y lamentos, de colores; rojo, gualda y, (nuestro) decadente rojo mece el velatorio, en va y viene, rojo gualda y.

Ya todo ha cambiado. Hay mil quesos en despensa. Y gualda, rojo. Cuidado con los rojos, van morados.

Un patio de rojos y moros bulle en la escuela. Desde el ventanal, despierta al fluir, al prana, la profesora observa, es fluida, es fluido con que llena, que la llena, ella llena.

La luna llena es arriba, lluna elena; hay descanso intenso, sentir nocturno.

Una pulsión de fresa despierta la colonia, que, sorprendida, en la luz devuelve la sonrisa al devenir.

Hay leche para todos.

Vencidas, con (con)vencidas, mamamos por (por)venir, del turgente bien, y amable.

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