lunes, 8 de diciembre de 2008

película Z

No me cabe duda: la experiencia que con fascinación acabo de vivir sería calificada por cualquier persona normal como vulgar y cutre. He visto Vicky Cristina Barcelona en un ordenador. Se trata de una versión comprimida en formato divx obtenida mediante lo que, creo, llaman screening: alguien filmó la proyección con una cámara, comprimió el resultado (si no tuvo que digitalizarlo antes) y lo colgó en un proveedorz de Internet.

Lo verdaderamente fascinante de la experiencia es, por un lado, el sonido del local donde la película fue proyectada. Mientras no he comprendido que lo especial del sonido era su procedencia (la grabación de una reproducción del mismo) he escuchado subyugado. En cuanto he comprendido el porqué del encanto de ese sonido (el traslado mental a un local donde proyectan una película, yo tumbado en la cama, viendo la pantalla de mi laptop), entonces (pronto: se escucha en varias ocasiones el ruido de unos roces de tejido sobre el micrófono), me he sentido envuelto, por otro lado, en la clandestina grabación de la película, lo que añade al interés propio de la película otro paralelo del pirateo.

El interés propio de la película no es escaso. Es un interés que en Woody Allen parece recurrente por las cuestiones de pareja (amor, sexo, interés, placer, dolor, vida burguesa, vida artística, vida bohemia) el que se muestra en unas secuencias con aire de reportaje sentimental rodadas en una Barcelona transmitida como el arquetipo andaluz de lo español. Cosas que me han hecho muy leve la inconveniencia del recurrente desenfoque de la cámara sobre la pantalla.

Creo que se me olvidaba añadir otro ingrediente de la fascinación: la sensación de comunión con el pirata en la destrucción de un sistema de propiedades, ese que da lugar a obras tan deliciosas como las de Wooy Allen :-).

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