sábado, 13 de marzo de 2010

äköäk (cuando éramos tann felices)

Estuve escuchando, tal vez con atención genuina, cómo el vaivén de las olas mecía al* cadáver de Berlin en la playa de Santa Mónica, presumiendo de Pacífico. Ah, la brutalidad de estos quasi yupis (ya menos je je).

Recordé:

Si todo lo que no es tradición fuese plagio, entonces debería de haber algo enorme que lo es todo y es como dios, pero la hostia, sabes, y no hay nada nuevo bajo el cielo, pero, claro, entonces viene la sensación de vacío, que ya es algo más que la nada, y va y dice: "este vacío lo he creado yo". Joder, te das cuenta?, si es que les das la mano y se quedan con la computadora. Les puedes explicar que todo es la repetición de lo mismo y lo que quieras, que no, que es que no, que nnnooo, que dios está por inventar y todo está por decir y bla bla blaaa. Y así andamos, quod erat demonstrandum, la hostia.

* Nótese el fluido creyente de esta contracción referida a un cuerpo sin vida. Me pregunto, a propósito, si es posible dejar de creer en Dios(es) y volver a creer como si nada hubiese pasado, como ayer, como ayer, igual que ayeeeeer.

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